Utiliza una manguera para eliminar el polvo y suciedad acumulados, enjuagando con agua a presión. Esto es un primer paso fundamental para evitar que los contaminantes se adhieran al material.
A continuación, mezcla agua tibia con un detergente suave. Aplica la solución con una esponja o un cepillo de cerdas suaves, asegurándote de cubrir toda la superficie. Presta especial atención a las áreas con manchas o costras, realizando movimientos circulares para una limpieza más efectiva.
Una vez terminada la limpieza, enjuaga el techo con abundante agua para eliminar cualquier residuo de jabón. Esto previene que los productos químicos dañen el metal.
Después de que el techo esté completamente seco, aplica un sellador especializado para techos de chapa. Este producto protege contra la corrosión y mejora la resistencia a la intemperie.
Revisa regularmente el estado del techo, buscando signos de oxidación o daños. Si detectas áreas afectadas, aplica un tratamiento antioxidante. Mantener el techo libre de obstrucciones, como hojas y ramas, también prolonga su vida útil.

Finaliza el mantenimiento aplicando una capa de pintura específica para metal, si es necesario. Esta no solo embellece, sino que también añade una barrera protectora adicional.
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